2666

2666

A veces hace falta equivocarse para dar con la respuesta correcta. Es algo que he comprendido hoy, de repente. Eran las nueve de la mañana y llevaba aún poco rato en el ferrocarril.

Cada mañana, siempre que la asistencia sea obligatoria, suena mi despertador tres horas justas antes de empezar las clases. Me ducho, desayuno, y me termino de preparar la bolsa. Como suelo entretenerme de más con el desayuno,  acabo saliendo apresuradamente de casa, con la sensación constante de que llego tarde. Al final, resulta que nunca es así, aunque tampoco importaría demasiado si lo hiciese, pues los que acaban llegando tarde son los trenes.

Mi rutina consiste en algo parecido a una cata de transportes públicos: tren-metro-ferrocarril, ferrocarril-metro-tren. En total, son aproximadamente tres horas de viaje, aunque podría llegar a cuatro contando el camino de casa a la estación, de la estación a la facultad, y viceversa. Para no desaprovechar tal cantidad de horas, que ascienden a unas 15 o 20 semanales en caso de ir cada día a clase, empecé a leer. Siempre ha sido una de mis aficiones, aunque, naturalmente, mi interés por la lectura se acrecentó al dedicarle tantas horas a la semana. Empecé por libros que tenía en casa, y algunos que me recomendaban. Poco a poco, empecé a leer más clásicos, más obras serias, por decirlo de algún modo: Matar a un ruiseñor, Los miserables, La insoportable levedad del ser, Demian… Lo que leía esta mañana, el libro que contenía las palabras que han accionado el mecanismo en mi mente que me ha conducido a esa reflexión, a esa certeza, era 2666, de Bolaño.

Lo había empezado apenas una hora antes, cuando me encontraba en el tren. La historia comienza con la presentación de cuatro críticos literarios unidos por la fascinación ante la obra de un  misterioso (y ficticio) escritor, Benno von Archimboldi. Supongo que lo que me ha inspirado es la pasión que sentían todos y cada uno de ellos por la literatura, por lo que estudiaban, perfectamente transmitida con palabras por el autor. Y también, en mayor o menor medida, el vínculo que une a los cuatro personajes, creado precisamente por esta pasión compartida, tanto como por la literatura como por el autor en concreto. He pensado que yo no conozco a estas personas, a estos amantes de la literatura y entusiastas de mis autores favoritos; que yo no tengo a nadie que entienda y comparta las ganas inmensas con las que devoro las novelas de Murakami, con quién hablar de la maestría narrativa y las interesantes reflexiones de Milan Kundera, o de la profunda impresión que Demian dejó en mí.

Ahora resulta obvio que no elegí correctamente, y también que han sido los cientos e incluso miles de horas de lectura transcurridas en los asientos que me llevan hasta la universidad los que me han conducido a esta conclusión. Pero, a la vez, es la carrera que elegí hace ya cinco años la responsable de que mi facultad se encuentre tan lejos, pues son los únicos estudios que no se cursaban en ninguna otra universidad de la provincia. Seguramente, si hubiera elegido estudiar cualquier otra cosa cerca de casa, habría leído mucho menos, aunque cabe la posibilidad de que hubiese acabado llegando a la misma conclusión. Lo que sé seguro es que también me habría equivocado, porque en ningún momento me planteé abandonar las ciencias por las letras. Pero, en cualquier caso, quién sabe cuánto tiempo hubiera tardado en encontrar 2666, o si lo hubiese encontrado siquiera. Por eso, a veces hace falta equivocarse para dar con la respuesta correcta, y por lo menos tuve la suerte de equivocarme bien.

Una respuesta a “2666”

  1. Avatar de mamamono

    Bueno, siempre procuro ser optimista cuando se trata de abordar el tema de mi futuro profesional. Elegí la carrera equivocada, pero cualquiera que hubiera elegido me habría parecido mal igual. Necesitaba madurar y saber qué es lo que me apasiona de verdad, eso es todo.

    Por otro lado, os recomiendo 2666. Bolaño es un gran escritor, con un léxico más vasto que el océano, pero preparaos para un viaje largo .

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Soy Mireia,

Y os doy la bienvenida a mi bosque, donde bestias de tinta se alimentan de palabras y crían historias.