Desconocidos

Desconocidos

La gente pasa constantemente por tu lado. Te cruza, te acompaña, te adelanta. Te rodea como las gotas de mar de la corriente contra la que nadas. A veces chocas con algunos, o los rozas, sin que se cree chispa alguna de energía. A veces te sientes como un electrón perdido entre gases nobles.

Quizá muchas menos de las que pensamos, pero algunas de estas personas te miran y piensan en ti. Puede que se pregunten, ¿quién será esta chica que lee en el asiento de delante? ¿Qué pensará de mis zapatos? O, ¿qué estará viendo su mirada perdida? Quizá ame a alguien, quizá no. Quizá tenga el corazón roto, quizá haya roto un par.

Es fácil interesarnos por aquellos de los que no sabemos nada cuando no tenemos nada más que hacer además de caminar. ¿Cuántas vidas habremos inventado para los demás basándonos en su ropa, en su peinado, en su forma de mirar? Puede que acertemos en algunos detalles, aunque no importa, pues de todos modos nunca lo sabremos. Esa es la magia del mundo de los desconocidos.

A veces siento curiosidad por las historias que inventará la gente sobre mí, ¿me verán como una posible estudiante de medicina? ¿Una periodista trabajando en un reportaje? ¿Una activista? ¿La hija rebelde de un empresario? Me reconforta pensar que puedo ser tantas cosas en este mundo ilimitado.

Ahora estoy sentada en la terraza de un bar en una amplia calle peatonal. Veo a la gente pasar sin parar mientras me tomo un enorme café con leche con toda la calma del mundo, como si no tuviera clase en diez minutos. Después de un rato imaginando la vida de la pareja de la mesa de al lado, empiezo a observar al camarero que me ha servido. Pienso, ¿cuántos años tendrá? Calculo que unos treinta y cinco. ¿Llevará mucho trabajando aquí? Se le ve muy cómodo y conoce a mucha de la clientela, así que diría que sí. Parece un hombre inteligente, puede que con estudios. Entonces… Oh, ha salido el que parece el dueño de la cafetería afuera a fumar… puede que sea su padre y le esté echando una mano. Quizá haya dejado su trabajo por esto, quizá su madre murió y lo esté ayudando. Vaya. El “padre” le acaba de dar una palmadita en el hombro al “hijo”. Parece que se tienen bastante confianza, igual he dado en el clavo.

Ya llego tarde a clase, así que pido la cuenta y empiezo a prepararme para irme. Sonrío al camarero cuando deja en mi mesa el platillo metálico, sintiéndome más cerca de él, y dejo unas monedas de más. Cuando me estoy alejando de la cafetería, me giro por azar y veo cómo sale una señora mayor con delantal y le da un fugaz beso en los labios al padre. Me río por dentro y prosigo mi camino a sabiendas de lo mucho que me he podido equivocar cuando parecía que estaba todo claro. Puede que muchas personas sean previsibles en sus actos, pero sus historias nunca lo son. Somos demasiado complejos, y creer que podemos adivinar una vida entera es pasarse de presuntuoso. Aun así, lo seguimos haciendo, y no creo que haya nada malo en ello.

Lo que sí que no me atrevo a imaginar es la personalidad de las personas, lo que piensan, lo que sienten, cómo es su sentido del humor, el dolor que soportan, su forma de reaccionar ante las buenas noticias. Sencillamente, porque ni siquiera puedo asegurar conocer esa parte de mí al cien por cien. Fluctuamos entre las emociones y la razón, unos más que otros, está claro. En mi caso al menos, eso provoca que mi yo se limpie y se manche constantemente con tintes de emociones que pueden llegar a desfigurar su reflejo totalmente. Por eso, porque nunca me he visto realmente, y porque tampoco sería la misma sin esas manchas de colores, nunca llegaré a saber quién soy, ya que cada día, cada segundo que pasa, soy alguien distinto. Así pues, lo que un día es cierto puede ser una gran falsedad en un tiempo.

Tiene gracia que, al final, los mayores desconocidos con los que jugamos a los detectives somos nosotros mismos. Y puede que estas sean las veces que más errores cometemos. El famoso fenómeno del punto ciego.

Pero no me canso de jugar.

Una respuesta a “Desconocidos”

  1. Avatar de mamamono

    «Desconocidos» nació tras varios días de escritura infructuosa en los que todo lo que creaba tenía un tinte oscuro. Escribimos del color que nos sentimos, y puede que sean colores más o menos bonitos, pero no dejan de ser nuestros. Aún así, como le dije a un buen amigo tras hacerle leer este texto, no me gustan los relatos pesimistas, así que esperé hasta que pude plasmar lo que de algún modo sentía o quería expresar con otra luz.

    Éste es (o trata de ser) un texto filosófico, y ya hay dos más en camino: el primero, un relato también filosófico pero algo más oscuro (no podía ser de otro modo en este caso) y el otro, un relato más extenso que todos los que he hecho hasta ahora, y que está surgiendo de mí con la naturalidad del respirar.

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Soy Mireia,

Y os doy la bienvenida a mi bosque, donde bestias de tinta se alimentan de palabras y crían historias.