Mondscheinsonate

Mondscheinsonate

Las finas sábanas de algodón que me cubren me despiertan como un gato ronroneando rogando atención, las siento acariciar mi piel tímidamente, cada vez más frías. Una húmeda corriente de aire de noviembre me recorre la espalda y me despeina poco a poco. Estiro el brazo para buscar calor humano, pero mis manos sólo encuentran un colchón que aún conserva algunos restos de calidez del cuerpo que yacía sobre él. Abro los ojos, desorientada. La luz de la luna atraviesa descaradamente las ventanas abiertas de la habitación, se cuela por el balcón e ilumina la estancia. El espejo de la pared del fondo refleja su forma casi redonda, y en los marcos de los dos cuadros que adornan la habitación rebota su luz de plata.

Un movimiento centra mi atención en el balcón. El cuerpo desnudo de un hombre bañado por esa luz me da la espalda, observando el firmamento. Me levanto, dejando resbalar las sábanas por mi cuerpo hasta quedar también yo desnuda. A pesar del frío, a pesar de que tiemblo. El halo mágico de esta noche me empuja irresistiblemente hacia el hombre del balcón, y me dejo llevar por la corriente del aire que me envuelve. Las yemas de mis dedos se posan en su cálida nuca, enredándose en su negro pelo alborotado. Siempre me ha encantado el aspecto salvaje de su cuerpo desnudo y su pelo sin recoger, es una visión que me permite viajar en el tiempo, a cualquier época, liberándome de los grilletes del vestuario y las modas. Siento cómo el vello de todo su cuerpo se eriza con cada caricia de mis dedos. Deslizo la mano por su columna vertebral, pero aún no me mira. Beso su hombro, que queda justo a la altura de mis labios. Busco su mirada mientras mis manos recorren suavemente su contorno, mientras mi boca sigue rozando su piel. Un gato blanco nos mira desde un tejado. Yo le miro a él, y él mira a la luna.

Acaricio su mandíbula y me alarma su rigidez, su tensión. Entonces me mira. Y en su mirada leo el dolor, el sufrimiento de aquél que se dispone a hacer daño a una persona a la que quiere porque no tiene más remedio. Me regala la sonrisa más triste que yo haya visto jamás, y a sus pestañas se les escapa una lágrima. La rescato con los labios antes de que se precipite al vacío. Abro de nuevo los ojos con una mirada de comprensión, con una sonrisa que le promete que todo estará bien, con una caricia que le pide que no sufra. A veces se nos olvidaba que vivíamos con tiempo prestado, pero la realidad siempre estaba ahí, como una cicatriz oculta por maquillaje. Tranquilo, amor mío. Dejaré que te vayas cuando salga el sol, pero bajo este claro de luna seremos nuestros, y el viento transportará nuestros cuerpos desnudos allá donde queramos estar. Sólo por esta noche. Pero esta noche valdrá miles.

Nuestras siluetas se funden en una sola en la intimidad inexistente de nuestro balcón, y de repente ardemos. El aire gélido se torna aliento. El gato del tejado se convierte en nuestro centinela. Las sábanas en los mares del Valhalla que es nuestra cama. Y allí, dos cuerpos se unen con rabia y tristeza, mientras se juran dejar de quererse cuando la luna se desvanezca bajo el despotismo de un sol recién nacido, mientras tratan de separar sus almas infructuosamente, mientras desean poder volver a un pasado en el que se les permitía vivir en el engaño. El sudor resbala por sus cuerpos exhaustos cuando se empiezan a escuchar los lejanos pasos del alba. Los rayos dorados de la realidad llegarán pronto para quemar una flor a la que todavía le quedaba mucho para marchitarse.

El claro de luna se retira de su habitación. Él se levanta y se recoge el pelo en un pequeño moño. Esconde la atemporalidad de su cuerpo en unos tejanos desgastados, en un jersey de marca, en unas deportivas. Se vuelve y me mira, tumbada de lado en la cama, cubierta de vez en cuando por la sábana, que vuelve a ser simplemente eso, una fría sábana que ya ni siquiera me acaricia. Mira mis ojos, que lo miran a su vez. Sonríe maldiciendo al sol mientras baja la mirada, privándome para siempre de su fuego. No dice nada, porque la noche es silenciosa y a ella nos hemos entregado. Abre la puerta después de quedarse inmóvil durante unos segundos, los suficientes como para guardar su perfil en mi memoria para siempre, y se va.

Tras el portazo, el sol me parece demasiado brillante, el aire demasiado cálido y su lado del colchón demasiado frío. Miro al espejo esperando encontrarme con la luna, pero solo veo el tejado reflejado más allá del balcón, sin su gato guardián. Adiós amado mío, quizás en otra vida, donde desnudos y con el pelo al viento seamos los mismos que hemos sido esta noche. Quizás bajo otro claro de luna.

Una respuesta a “Mondscheinsonate”

  1. Avatar de mamamono

    Mondscheinsonate es el título en alemán de la sonata Claro de Luna de Beethoven. Es una obra musical preciosa y desgarradora, y con esta narración pretendía darle un escenario y una acción a esta melodía que se adecuara a esas dos características. La verdad es que la historia en sí no tiene ninguna importancia en este caso. Mis protagonistas no son los dos amantes, sino los sentimientos de tristeza y desesperación, la resignación, la belleza, una última noche, el deseo, la luz de la luna, el viento, y el gato en el tejado. El antagonista sigue siendo el sol, que representa la realidad, mientras que la noche y su luna representan el engaño, el sueño, el lugar donde puedes fingir ser cualquier persona, donde puedes salir desnudo al balcón porque sabes que sólo habrá un gato mirando.

    La música ha sido mi inspiración para esta historia, de modo que si escucháis la sonata mientras la leéis quizá logréis acercaros un poco más a su origen. Os dejo el link: https://www.youtube.com/watch?v=5-MT5zeY6CU

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Soy Mireia,

Y os doy la bienvenida a mi bosque, donde bestias de tinta se alimentan de palabras y crían historias.